Insomnio.
Me bebo la noche
al son que me fumo unas palabras
y recorro el salón
por donde se cuela el firmamento.
Hasta imagino
las manecillas invisibles
de mi reloj digital
marcando el paso de cada segundo.
Marcando los minutos,
las horas, los días,
tus años y los míos
por los siglos de los siglos.
Y cada momento que pasa
muero un poco.
Lo que no sabes es que mueres tú también
porque te has vuelto
suceso de vida que me habita.
Por eso morimos los dos.
Insomnio.
Y marca la noche
mi balanceo entre sábanas,
pues ya aprendí a contar
el millar de ovejas importadas de la TV.
Hasta ellas se han aborrecido
de las nanas que me canto
para ver si se avecina el sueño.
Quizás es que el sueño
también tiene insomnio
o no me quiere dejar dormir
porque al dormir puedo soñar contigo
(complot)...
Ya he redescubierto
las estrías en mis piernas
y la celulitis que les acompañan.
He pensado mucho
en que el techo necesita una manita de pintura
y que mi cuerpo necesita las manos tuyas.
Y el abanico,
que da vueltas y vueltas,
me lleva en su remeneo.
Pero no consigo cerrar los ojos,
ni que el manto negro del día me cubra.
Será que aún me lembro.
del occiso de tu mirada última.
Y padezco de insomnio,
porque no hay pastilla alguna
que te saque de aquí,
de esta ansiedad
y me ayude a dormir.