osario
foto de michaela divine
Con la treta, le habían tejido los pies al suelo. Aquellas musarañas se economizaron el antitetánico: prefirieron las agujas mohosas. Tampoco quedaban hilos de compasión, por eso enhebraron sus tendones. El dolor no fue exiguo mientras tiraban de los cabos. Entre halón y halón fijaron sus pasos en la inmovilidad. La maniobra de esos pensamientos sabandija probó ser poderosa. Lo azul nunca llegó, la anestesia tampoco. Mas no habían tomado en cuenta la boca. Sólo unas cuantas palabras a fuego cruzado cruzando ese umbral bastó para que recomenzara el ciclo de la tumba del silencio. Las musarañas, las musas araña, sin trama y urdimbre, discurrieron al exilio.
Y él, arrancóse del minuto esquela y corrió.
2 Comments:
Y es que la pena ajena es el alimento del alma.
Se me ocurre a mi, se me ocurre a mi.
Millones de terminaciones nerviosas en los pies...
el dolor, aguja en el alma;
la urgencia en los segundos,
el martirio de lo quieto,
el repentino descenlace.
Me encantó tu blog.(ese no es verso, ja)
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