a las mujeres que conocen la historia común del olvido
quisiera poder extender mi brazo en esta letra
y abrazarte como todas las mujeres que he sido
o que eres,
o que he de ser en tí sin tú saberlo.
quisiera, amiga, en este instante
poder amarte con la mano tierna de madre,
el calor preciso de la alegría
y la debilidad cadente de dos seres forrados de besos.
lo sé,
es justo persignarse ante la ausencia de su espalda
y llorar los largos años del equipaje,
aunque sólo se haga al picar la cebolla
-por eso del qué dirán,
por eso de aparentar una fortaleza que a veces se nos escapa.
y es que ser fuerte,
querida,
es no alejar lo sensible y lo humano de la piel.
la huida no nos hace cobardes,
nos hace divinamente humanos.
yo no tengo recetas ni proverbios,
sólo tengo mi pasado y mi oido atento para prestarte,
el factor común de haber estado alguna vez
gestada en ese cuarto oscuro de cuatro paredes y techo de estrellas.
mira hacia arriba y estira la mano:
el cielo en su oscuridad se bate de diminutas luces y navega libre,
en tu palma una cartografía se teje
y ente cruce y cruce
la armadura de un vestido de guerrera se va hilando.
y es que somos la misma
-de ello da fe el carimbo en mi pena:
yo también he invocado otros nombres
para poder reemplazarlo,
o huir del grito que estremece
cuando ando en busca de una palabra dulce.
pero la vida duele y es mejor doler con ella,
arrancarnos las esquelas de las manos de una vez,
reconstruirnos con las cenizas,
hacernos un rosario y con el murmullo de tantas voces,
anestesiar la realidad,
aunque sea un engaño.
si quieres, te hago compañía:
no hay abandono si el calor de un extraño penetra
y se hospeda,
como tú en mí.Publish