despojos
Regresas de ver a tu doctor. Demasiadas emociones en un solo día: ya la Candida parece que ha desaparecido, pero para bien o para mal, continuas bajo observación y la dieta no se acaba.
Ahí, saliendo del doctor, mientras caminas a toda prisa para comprarte algo de comer en la Plaza, su imagen que aparece: el ex. Se ve lindo, eso es lo que mas te jode. Te saluda cariñoso y casual: eso te rejode más aún. Huele rico: ya en este punto cualquier otro olor es despreciable, hasta el perfume del doncito de anoche queda anulado. Pregunta que cómo estás, te dice que te ves bien, te mira tierno. Menciona que anda buscando una relojería para arreglar el reloj que le regalaste de San Valentín.
Saludas, asientes, sonries.
Ni una palabra. O quizás balbuceas algo así como que vienes de ver al doctor y que no puedes comer pan. Miras el reloj. Piensas en la noche de San Valentín e intentas no hablar para que no note tu nudo en la garganta. Le diriges a la relojería de la plaza, te despides casi corriendo. Compras comida y piensas en las veces que hacian el amor en la cocina.
Su llamada te da las gracias, te deja saber que costará treinta y cinco dólares arreglar el reloj. Le mencionas que con el doble se compraba uno igualito, nuevo. Te desajusta con solo mencionar que un reloj nuevo no sería EL reloj.
En este punto olvidas la hora y las razones para dejarlo de amar.
Ahí, saliendo del doctor, mientras caminas a toda prisa para comprarte algo de comer en la Plaza, su imagen que aparece: el ex. Se ve lindo, eso es lo que mas te jode. Te saluda cariñoso y casual: eso te rejode más aún. Huele rico: ya en este punto cualquier otro olor es despreciable, hasta el perfume del doncito de anoche queda anulado. Pregunta que cómo estás, te dice que te ves bien, te mira tierno. Menciona que anda buscando una relojería para arreglar el reloj que le regalaste de San Valentín.
Saludas, asientes, sonries.
Ni una palabra. O quizás balbuceas algo así como que vienes de ver al doctor y que no puedes comer pan. Miras el reloj. Piensas en la noche de San Valentín e intentas no hablar para que no note tu nudo en la garganta. Le diriges a la relojería de la plaza, te despides casi corriendo. Compras comida y piensas en las veces que hacian el amor en la cocina.
Su llamada te da las gracias, te deja saber que costará treinta y cinco dólares arreglar el reloj. Le mencionas que con el doble se compraba uno igualito, nuevo. Te desajusta con solo mencionar que un reloj nuevo no sería EL reloj.
En este punto olvidas la hora y las razones para dejarlo de amar.
1 Comments:
Me dejo una extraña sensación tu escrito...talvez las mujeres nos entregamos demasiadoy despues nos cuesta recordar las cosas malas que nos dañaron...y solo seguimos confiando en que no era para tanto...
Publicar un comentario
<< Home